¿Conocer a Dios o conocer de Dios?
No es lo mismo conocer acerca de Dios que conocer a Dios. En la actualidad podemos llegar a tener accseo a muchísima información que nos hable acerca de quién es Dios, de Su carácter, de Su Santidad, de Su Justicia, etc, pero esto, aunque puede llegar a ayudarnos en nuestra comprensión de como es Él, no nos garantiza para nada un auténtico y verdadero conocimiento de quién realmente es.
Podemos tener la capacidad de almacenar (memorizar) versículos, pequeños textos e incluso pasajes más extensos de las Escrituras, que esto tampoco nos garantiza ni nos avala que realmente conocemos a Dios tal y como es. Por propia experiencia puedo decir que Dios no es un Dios de mente (mental), aunque llegar a conocerle verdaderamente sí que llega a afectar nuestra manera de pensar en todos los sentidos, y es algo que necesitamos de una manera urgente. En su carta a los Romanos en el capítulo 12 y en los dos primeros versículos, el Apóstol Pablo nos anima a algo que es crucial para nuestras vidas como hijos de Dios: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."
Bien es cierto que Dios se revela a través de Su Palabra y a través de ella podemos llegar a conocer en parte ciertas cosas que Él demanda de nosotros como cristianos, pero dicho conocimiento no es suficiente para poder llegar a agradar a Dios de la manera que se nos demanda. Tratar de vivir en este mundo sin conocer de una manera real a Aquel que lo creó, es tan cruel y dañino como traer a un aborigen del Amazonas directamente a España, dejarle sin ningún tipo de explicación en medio de una gran ciudad como Madrid o Barcelona, y abandonarle allí, sin conocer el idoma ni las costumbres españolas, para que se desenvuelva por su propia cuenta. Bueno, pues así de crueles y dañinos somos con nosotros mismos, cuando tratamos de vivir en este mundo sin conocer de una manera real a Aquel que es dueño de este mundo. Por propia experiencia puedo decir que dicho conocimiento no viene por haber estudiado 3 años en un seminario teológico, por memorizar la Biblia o por ir al local de la iglesia con regularidad, aunque esto son cosas que nos pueden venir muy bien, no lo niego, pero, el conocer de una manera real a Dios, nada tiene que ver con todo esto, si he de ser honesto esto es algo complementario, ya que el conocer a Dios tiene que ver más con pasar tiempos de intimidad con Él.
El rey David, después de haber traicionado a sus principios y haber hecho daño el corazón de Dios habiendo cometido adulterio, mentido y mandado matar a alguien inocente para tratar de esconder su pecado, una vez Dios lo saca a la luz, en el Salmo 51: 6 dice algo que es para considerar: "He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría." David era rey de Israel y su posición no le impidió caer en el pecado. Ni tu ministerio en la iglesia, ni el cargo que ocupes, ni el que seas pastor, diácono, siervo o candidato va a impedir que caigas en el pecado. Sólo hay una cosa que nos puede hacer caer, y es nuestra falta de comunión íntima con Dios.
Hoy el Señor me hacía despertar con un versículo que está en el Salmo 36, y es el versículo 9 que dice así: "Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz." Y, sinceramente me resaltó la última parte del versículo, en tu luz veremos la luz. Tal y como la propia Palabra de Dios nos enseña en 1ª Juan 1:5-6 que: "....... Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos (y decir, podemos decir muchas cosas) que tenemos comunión con él y andamos (en el griego es peripateo: andar o caminar por todos lados) en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad."
El Espíritu Santo es la luz que ilumina la oscuridad que puede llegar a estar ocupando nuestro corazón por causa de nuestro pecado. Ahora la pregunta es: ¿Queremos seguir vagando en la oscuridad de nuestro malvado corazón? Pues sigamos pasando tiempo con las cosas y deleites de este mundo. ¿Queremos vivir agradando a Dios y en Su luz? Pasemos tiempo de comunión con Él por medio de la oración y la lectura de Su Palabra y se cumplirá la segunda parte del versículo con el que me levanté:
".....en tu luz veremos la luz"
Espero que esta reflexión sirva de ánimo y consuelo para otros que están en lucha abierta con el pecado en sus propias vidas también.
GRACIA Y PAZ.
SOLI DEO GLORIA.
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